viernes, 18 de diciembre de 2009

Si Sócrates es hombre, y todos los hombres son mortales...


7.

Los hombres inventaron el adiós porque se saben de algún modo inmortales, aunque se juzguen contingentes y efímeros.

Cuenta Hannah Arendt en "La Condición Humana": ""La preocupación griega por la mortalidad surgió de su experiencia de de una naturaleza y unos dioses inmortales que rodeaban las vidas individuales de los hombres mortales. Metidos en un cosmos en que todo era inmortal, la mortalidad pasaba a ser la marca de contraste de la existencia humana. Los hombres son "los mortales", las únicas cosas mortales con existencia, ya que a diferencia de los animales no existen sólo como miembros de una especie cuya vida inmortal está garantizada por la procreación.""

Lo de "se saben de algún modo inmortales" supongo que es herencia de Schopenhauer y Nietzsche (eterno retorno).

Volverá sobre el tema cuando hable de Unamuno.



6 comentarios:

  1. Curiosamente, el final de la cita de Hannah Arendt deja al borde del comentario de Borges sobre el poema de Keats "Ode to a nightingale".

    Entre ésta y la entrada paralela en tu blog recuerdo que Umberto Eco dijo el mes pasado que no querer morir hace que nos gusten las listas. (http://www.spiegel.de/international/zeitgeist/0,1518,659577,00.html)

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  2. Borges escribió "El inmortal" para mostrar lo horrible que realmente sería vivir para siempre. El protagonista (que al final se descubre que es Homero, creo recordar) se hace inmortal al beber del agua de un río y luego se pasa el resto de su vida intentando encontrar la manera de morir.

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  3. El protagonista no es Homero. De Homero se hace "amigo" al llegar a la ciudad de los inmortales, aunque le cuesta algún tiempo reconocerlo. Este relato es fantático.

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  4. Hola,

    Es verdad que el protagonista se hace amigo de Homero; pero es el propio Borges el que aventura la posibilidad de que el inmortal sea en realidad Homero, y lo hace al final del cuento:

    "La historia que he narrado parece irreal, porque en ella se mezclan los sucesos de dos hombres distintos. En el primer capítulo, el jinete quiere saber el nombre del río que baña las murallas de Tebas; Flaminio Rufo, que antes ha dado a la ciudad el epíteto de Hekatómpylos, dice que el río es el Egipto; ninguna de esas locuciones es adecuada a él, sino a Homero, que hace mención expresa en la Ilíada, de Tebas Hekatómpylos, y en la Odisea, por boca de Proteo y de Ulises, dice invariablemente Egipto por Nilo. En el capítulo segundo, el romano, al beber el agua inmortal, pronuncia unas palabras en griego; esas palabras son homéricas y pueden buscarse en el fin del famoso catálogo de las naves. Después, en el vertiginoso palacio, habla de "una reprobación que era casi un remordimiento"; esas palabras corresponden a Homero, que había proyectado ese horror. Tales anomalías me inquietaron; otras, de orden estético, me permitieron descubrir la verdad. El último capítulo las incluye; ahí está escrito que milité en el puente de Stamford, que transcribí, en Bulaq, los viajes de Simbad el Marino y que me suscribí, en Aberdeen, a la Ilíada inglesa de Pope. Se lee inter alia: "En Bikanir he profesado la astrología y también en Bohemia". Ninguno de esos testimonios es falso; lo significativo es el hecho de haberlos destacado. El primero de todos parece convenir a un hombre de guerra, pero luego se advierte que el narrador no repara en lo bélico y sí en la suerte de los hombres. Los que siguen son más curiosos. Una oscura razón elemental me obligó a registrarlos; lo hice porque sabía que eran patéticos. No lo son, dichos por el romano Flaminio Rufo. Lo son, dichos por Homero; es raro que éste copie, en el siglo trece, las aventuras de Simbad, de otro Ulises, y descubra, a la vuelta de muchos siglos, en un reino boreal y un idioma bárbaro, las formas de su Ilíada. En cuanto a la oración que recoge el nombre de Bikanir, se ve que la ha fabricado un hombre de letras, ganoso (como el autor del catálogo de las naves) de mostrar vocablos espléndidos".

    Se trata de una vuelta de tuerca ambigua muy propia de Borges. En último término, nos quiere decir que en el fondo da igual quién es el inmortal, porque "cualquier hombre es todos los hombres".

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  5. Estoy con Splenn, la ambigüedad es calculada, a lo Henry James y Kipling.

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  6. Varoa: Sí, "Oda a Un Ruiseñor" total. También las manchas del leopardo...

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