miércoles, 9 de diciembre de 2009

Discusiones.

2.

No creo en la agresión por cuenta propia. Detesto las polémicas, trato de estar de acuerdo con mi interlocutor. Recuerdo un incidente personal, que hasta lo puse en un cuento, porque tengo la mala costumbre de plagiar los hechos. En una reunión, un señor se mostraba continuamente agresivo conmigo. Eso duró media hora. Entonces le dije: "Vamos a suponer que usted me ha insultado, que me ha dicho lo que suele decirse de la madre del interlocutor a quien se quiere injuriar. Vamos a suponer que usted me ha escupido. Todo eso lo damos por supuesto. Inclusive que usted me ha abofeteado. Después de esto, ¿no le parece que podemos seguir conversando tranquilamente? Yo he aceptado todas sus injurias, yo no he hecho nada, me he achicado todo el tiempo. Ahora hablemos". Recuerdo una historia del doctor Henderson, en el siglo XVIII, creo. Estaba discutiendo Teología en Inglaterra y alguien le arrojó un vaso de vino a la cara. Henderson se enjugó y dijo: "Esto es una disgresión. Sigo a la espera de sus argumentos." Es una vieja costumbre mía la de plagiar.


La anécdota del doctor Henderson está referida en "El arte de injuriar".

En "El sur" el protagonista elige morir en un duelo a cuchillo en respuesta a una ofensa.

El cuchillo es uno de los cuatro símbolos centrales de Borges, y representa el valor. Los otros son el tigre, el espejo y el laberinto, que representan la muerte, la mente y el mundo, respectivamente.

Sobre "Martín Fierro" y los gauchos, hablaré más adelante.

Para Borges el valor es una de las dos virtudes fundamentales. (La otra, como dijo el de Pitis, no me acuerdo). Y sobre todo el valor físico, consciente tal vez de las pocas ocasiones que la vida moderna ofrece para ejercerlo. No sé por qué pero para él siempre fue una cuestión importante. Más de una vez refiere cómo expulsó de clase a unos estudiantes de la universidad que pretendían interrumpir una clase suya con motivo de una huelga. Igualmente le gustaba citar al Doctor Johnson. "Los marinos tienen la dignidad del valor. Todo hombre se avergüenza de no haber estado en el mar, o en una batalla".

En resumen, al contrario de lo que afirma aquí, a Borges le gustaban las peleas.

Sobre lo de "trato de estar de acuerdo con mi interlocutor", es algo que le gustaba mencionar como algo propio de los japoneses.

4 comentarios:

  1. Siempre he tenido la teoría de que detrás de cada gran intelectual hay un hombre un poco disgustado por no tener un físico que le hubiera permitido ser un héroe de acción.

    La gente que parece inteligente, es decir, que parece haber leído más de dos libros suele levantar desconfianzas y malos rollos tipo "¿Te crees mejor que yo?" o "¡Este cabrón se está riendo de mi". Ante eso sólo nos queda contemporizar, al modo japonés, o acabar en la UCI. Es lo que tiene pasarse más tiempo en la biblioteca que consumiendo esteróides en un gimnasio.

    Borges, como extraño hombre de acción, se encuentra (a mi parecer) retratado en Isidro Parodi. Pero es sólamente una absurda teoría.

    Un abrazo y suerte.

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  2. Sr Insustancial: Sí, yo creo que Borges tenía un poco de complejo con ese tópico del ratón de biblioteca blandengue. Bioy Casares lo menciona más de una vez en sus conversaciones. También debe influir el hecho de que Borges muriera virgen. Por el tema de la virilidad, digo.

    Isidro Parodi es una parodia de la forma de escribir de todos sus amigos, y si no los conoces es un poco rollo. Es un puro artefacto verbal.

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  3. El complejo lo admite él en varios sitios, varias poesías, entrevistas y textos cortos, que era consciente y lamentaba su cobardía, no haber heredado el valor del bisabuelo aquel que se echó contra el enemigo galopando solo, etc. En La Otra Muerte sin ir más lejos hay un episodio con clara relación.

    Creo que en su gusto por las peleas hay una concepción de la pelea como entenderse entre hombres, un poco el auténtico diálogo honorable, que al fin y al cabo el guardar la compostura y hablar es de cobardes.

    Es interesante el caso de Emma Zunz, la tan diferente venganza de la mujer.

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  4. Johann Wolfgang von Goethe, es mi poeta alemán, no tienen grandes escritores, estos alemanes, pero gozan de una gran filosofía, y de un talento musical ya vendido. (Les auguro un cine negro espectacular).

    Johann Wolfgang von Goethe un día se convirtió en el amor melancólico de una chica de Madrid.
    Su novela Fausto (1808) es famosa por la ardiente relación que sufre el protagonista por una adolescente. Esta relación ocupa la mayor parte de la acción y es puro drama sentimental: oscuro culebrón con un chico de protagonista sufriendo la necedad de su amante.
    Fausto vende su alma al diablo mezclando su alcohol con métodos psicológicos (producto de sus estudios históricos vividos en realidad política). Es increíble saber que se viven alborotos sociales durante sus actos sexuales.
    Adoro su personaje, lleno de maldad y lealtad al mismo tiempo, porque consideró el suicidio la amenaza a sus problemas.
    Inconcluso para mí es que el japonés se suicide como causa, que nadie se enfade, es un asqueroso chiste que me trago por culpa de Lennon.
    Cómo atraviesa Goethe la historia del último judío, sigue sin ser contradictorio para la nueva Alemania después del insulto, a los judíos, obviamente. El paralelismo entre la conquista de un alma noble, que es la historia de la decadencia de Jesús y apostar por alguien brillantemente reconocido en secreto sigue siendo un misterio.
    Fausto el amante protagonista de dos mujeres, la primera de ellas Gretchen (= Margaret) es encerrada en prisión y sin solución a recuperarla se enamora de una segunda llamada Helen. Y la historia acaba como empieza con ruido celestial...
    Osea que hablamos de un genio que traducía del inglés... (justo lo que he hecho)

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