10.
Cuando yo era chico mis padre me llevaban al zoológico y yo pasaba las horas muertas viendo a los leopardos, a los jaguares, a los tigres. Me quedaba mirándolos como fascinado hasta que llegaba la hora de cerrar. Y actualmente, que estoy casi ciego, el único color que veo es el amarillo. De modo que el amarillo es el primer color que vi realmente (pues es el pelaje del tigre), y será el último que vea. Fíjese, en Nueva York, los "Yellow Car Come" están pintados de amarillo porque es el color que se distingue mejor. Una fábrica de automóviles en Canadá hizo una serie de experimentos que se consideraron después inútiles (pintando coches de diversos colores, para "noches sin luna" o "días de lluvia"), y resultó que cuando el coche rojo no se veía, se distinguía el amarillo. Y aún aquí, en Buenos Aires, los techos de todos los taxímetros son amarillos por la misma razón.
El tigre, el espejo, el laberinto y el cuchillo, bla, bla, bla.
Recordemos el poema de Blake y el ruiseñor de Keats.
Recordemos un poema y un relato.
Hola,
ResponderEliminarYo me he acordado de este poema:
El oro de los tigres.
Hasta la hora del ocaso amarillo
cuántas veces habré mirado
al poderoso tigre de Bengala
ir y venir por el predestinado camino
detrás de los barrotes de hierro,
sin sospechar que eran su cárcel.
Después vendrían otros tigres,
el tigre de fuego de Blake;
después vendrían otros oros,
el metal amoroso que era Zeus,
el anillo que cada nueve noches
engendra nueve anillos y éstos, nueve,
y no hay un fin.
Con los años fueron dejándome
los otros hermosos colores
y ahora sólo me quedan
la vaga luz, la inextricable sombra
y el oro del principio.
Oh ponientes, oh tigres, oh fulgores
del mito y de la épica,
oh un oro más precioso, tu cabello
que ansían estas manos.
East Lansing, 1972